Amor entre las rocas: desaparecieron en Joshua Tree… hasta que 11 años después, un senderista descubrió lo inimaginable

En 2012, Clarisa y Andrés, una pareja joven de Valencia que recientemente había anunciado su embarazo, decidió hacer un viaje soñado por Estados Unidos. Su destino final era el Parque Nacional Joshua Tree, un lugar emblemático de belleza desértica y espiritualidad profunda. Amantes de la naturaleza, querían pasar unos días desconectados del mundo para celebrar el nuevo capítulo de sus vidas: serían padres. Pero lo que empezó como una aventura amorosa terminó en una de las desapariciones más desconcertantes de la última década.

La última imagen de ellos fue publicada en redes sociales el 16 de abril de ese año. En ella, Clarisa, con siete meses de embarazo, sonreía frente a una tienda de campaña amarilla, con Andrés abrazándola por la espalda. Estaban radiantes, felices. “El desierto nos abraza”, escribió él en la descripción. Pero al día siguiente, las comunicaciones se cortaron. No hubo más llamadas, mensajes, ni rastros. La familia, preocupada, avisó a las autoridades. Comenzó entonces una búsqueda frenética.

Helicópteros sobrevolaron el parque. Voluntarios, oficiales y guías recorrieron kilómetros bajo el sol ardiente y las noches heladas. Se analizaron mapas, rutas, entradas no oficiales al parque. Nada. La tienda fue encontrada intacta, con comida, mochilas y agua. Pero la pareja había desaparecido sin dejar una sola pista. Muchos sospecharon de un secuestro, otros de un accidente. Pero sin cuerpos, no había respuestas. Solo silencio.

A lo largo de los años, el caso se fue apagando. Las redes sociales siguieron recordando a Clarisa en cada aniversario. En Valencia, sus padres mantenían una vela encendida junto a la última ecografía que ella había enviado por email. El nombre de la bebé sería Eva. La esperanza, sin embargo, comenzaba a quebrarse.

Once años después, en abril de 2023, un senderista de Nevada, acostumbrado a explorar rutas olvidadas del Joshua Tree, tropezó con lo que primero pensó que era una roca extraña. Era una mochila cubierta de tierra. Al abrirla, encontró una pulsera de tela con la inscripción “Clarisa y Eva”. Temblando, siguió escarbando. Y allí estaban: dos esqueletos, semi enterrados, abrazados. El de Andrés con el brazo extendido hacia ella, como protegiéndola. El de Clarisa, con el torso inclinado, y dentro de su cavidad pélvica, lo imposible: un pequeño esqueleto fetal.

La noticia sacudió a toda España. Las imágenes del hallazgo no tardaron en recorrer los titulares. El parque fue cerrado temporalmente para una investigación forense completa. Se confirmó que los restos pertenecían a Clarisa y Andrés. Aún llevaban parte de su ropa, ahora raída por el tiempo. No había señales de violencia. Las pruebas indicaron que Clarisa sufrió un colapso debido a una condición autoinmune. Andrés, sin cobertura ni energía para buscar ayuda, decidió quedarse con ella hasta el final.

Un cuaderno también fue hallado. En él, Andrés había escrito fragmentos de pensamientos, intentos de orientarse, y páginas dirigidas a sus familias. “Si alguien lee esto, dile a nuestros padres que lo intentamos. Que nos amamos hasta el último segundo. Y que Eva es el regalo más grande, aunque no la veamos crecer.”

Las cartas fueron compartidas con los familiares y no se hicieron públicas. Pero uno de los forenses confesó: “Nunca había sentido un silencio tan ruidoso como ese lugar. Fue como si todo el desierto hubiese guardado el aliento durante una década.”

La sociedad española reaccionó con una mezcla de dolor, solidaridad y preguntas. Se organizaron homenajes en Valencia, donde una plaza fue rebautizada en memoria de Clarisa, Andrés y Eva. Docenas de cartas de personas que nunca los conocieron llegaron desde toda Europa. Todos hablaban de la valentía, el amor y la tragedia de perder tres vidas en medio de la nada.

A día de hoy, siguen apareciendo misterios. El senderista que los halló asegura haber seguido una ruta que nunca antes había visto marcada. Un rastro de piedras extrañamente ordenadas lo guió hasta el punto exacto. Pero cuando intentó volver semanas después con un periodista, el camino había desaparecido. El desierto había cambiado. O había protegido su secreto una vez más.

Y mientras la ciencia y el tiempo intentan llenar los huecos de esta historia, una pregunta queda flotando entre los cactus y las sombras de Joshua Tree:

¿Fueron encontrados… o alguien quería que por fin fueran encontrados?

\[Haz clic aquí para ver el diario completo de Andrés y el lugar exacto del hallazgo].

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